martes, 18 de enero de 2011

Un atril con forma de volante:

Hoxe lendo o Progreso, para ver que pasaba por Lugo, atopeimeime unha noticia duns gaiteiros taxistas que está moi ben. Son un grupo de taxistas que entre cliente e cliente aprenden a tocar a gaita cos cuadernillos de aprendizaxe para a gaita galega de Bruno Villamor Gay. Bruno ademais tamén é o meu mestre, e é un Grande Gaiteiro que admiro moito, de todos os gaiteiros que teño oído tocar, para min, é o mellor, e é unha honra que sexa o meu mestre.
Volvendo cos gaiteiros taxistas, este é un exemplo de que sempre hai un oco nas nosas atareadas vidas para a gaita, e que cando se lle colle o gusto, non sei que ten, que non se dá deixado. Dende aquí mándolles moito ánimo a estes gaiteiros taxistas e que cunda o seu exemplo.

Déixovos aquí a noticia para quen a queira ler:



Estes son os gaiteiros taxistas.



EUSEBIo Méndez Toural vive en el taxi. Allí, al frente del volante, está catorce horas diarias, desde las nueve de la mañana hasta las once de la noche. Su taxi es, prácticamente, su casa. Hasta aquí la rutina diaria de Eusebio, que podría ser la de cualquier otro taxista lucense. Pero hay algo que lo diferencia. A él y ahora también a otros tres colegas más: que aprovechan los tiempos de espera, entre cliente y cliente, para aprender a tocar la gaita y lograr ver cumplido un sueño que alimenta ya desde hace treinta años: el de ser gaiteiro.
«¿Que cómo hago? Muy fácil. Tengo aquí, en la guantera, el método de Bruno Villamor Gay, ‘Cadernos de gaita’. Y, al lado, tengo una flauta porque para ensayar no hace falta sacar la gaita. Así que cojo ambas cosas, sujeto el método en el volante con un clip y aprovecho para repasar las partituras», explica Eusebio.
Pese a que su sonido no es tan estridente como el de la gaita, los sones de la flauta lograron cautivar a propios y a extraños que se aproximaban al taxi. Por ejemplo, el otro día una ‘abuela’ se puso a bailar una muiñeira al son del gaiteiro-taxista, que estaba en la parada de la estación de autobuses.
Otras veces, en la avenida de Ramón Ferreiro, sus sones fueron aplaudidos por algún lucense que pasaba por allí. Lo mismo que en la parada de Santo Domingo. Sin embargo, hay una parada, la de la puerta de Santiago, que se está convirtiendo, desde hace mes y medio, en el ‘santuario’ de los taxistas-gaiteiros. Porque la flauta de Eusebio Méndez atrajo, tal cual el de Hamelín, a otros tres taxistas que, a raíz de oír las muiñeiras de Eusebio, se apuntaron a clases en Cantigas e Frores, a donde acuden ahora los cuatro además del barbero que está justo enfrente de la parada.
«Se acercaron a mí porque yo ya recibí clases de Xosé Luís Foxo en Sabadell, donde estuve emigrado veinticinco años. Allí fui compañero de Susana Seivane, cuando todavía no era famosa y estaba en Toxos e Xestas. Tocaba bastante bien la gaita y me gustaba... hasta que entré en el taxi y, al no tener tiempo libre, no pude seguir con la afición», comenta el taxista.
Sin embargo, la gaita no pasó al olvido. Siempre estaba ahí. «Cuando hay una fiesta, una comunión o una boda, mi gaita siempre sale a tocar», afirma.
Los tres taxistas y el barbero coquetean, todavía, con la escala y las partituras. Ellos siguen al maestro, al flautista que los encandiló con sus sones y, siempre que la coincidencia y la falta de clientes se lo permite, se reúnen en una u otra parada, sin quedar previamente, y se ponen a tocar. A veces, por separado, y otras, juntos, llegando a formar un cuarteto y, en ocasiones, cuando cierra la barbería, un quinteto.
No se sabe cuánto durará la formación o si alguna vez llegarán a ser un grupo de verdad. «Eso será a largo plazo», vaticina Eusebio. Pero, mientras, este taxista oriundo de Palas de Rei sigue erre que erre, enganchando el método en el volante y repasando los compases de la muiñeira de Lugo y de otras. «Si no ensayo en el taxi, ¿dónde y cuándo lo voy a hacer? Ahora, nadie me quitará de tocar la gaita», dice, con determinación.

1 comentario:

  1. Vaia fenómenos... eu inda coñezo outro caso, que é o dun fontanero que é gaiteiro tamén... e que aprobeita nos descansos dos semáforos, cando ten que ir a algunha chapuza por ahí, para tocar... non deixan de ser casos curiosos jeje

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